Se enfrió la SOPA
Miles de sitios web se unieron a la iniciativa en contra de los proyectos de ley PIPA (Senado 968) y SOPA (H. R. 3261). No porque favorezcan la piratería. Es porque tras ese enunciado se esconde una lucha de grandes intereses, de poderosas empresas que ven en la red una amenaza para su existencia, en especial porque a muchas de ellas les faltó iniciativa para adaptarse al mundo de la virtualidad y la interconexión entre todos los seres humanos, independientemente del lugar donde vivan y de la lengua que hablen. Además de que, como está concebida, esconde un gran marco para restringir los derechos de opinión y de información.
En Estados Unidos contactar a los representantes en los cuerpos colegiados es una práctica bastante común y fácil: quien promueve la acción, integra a su pedido una caja de búsqueda para que el usuario anote el código de área, presione ‘enter’ y le aparezcan los nombres de ellos y todas las formas de contactarlos. Es sencillo, sin mayores trámites y sin gastar horas buscando cómo hacerlo. A veces hasta envían el mensaje redactado para que solo agregar la firma. En caso de decidir llamar, dejar los datos personales para un contacto posterior es opcional. Si se usa el correo electrónico, es obligatorio dar toda la información personal. Los representantes atienden esas inquietudes, especialmente en un año de elecciones importantes como éste.
Si, la piratería es un problema real. En todos las esferas. No solo en la red. La Asociación Americana de Cine dice que pierde 58 millones de dólares al año por la piratería. Muchas empresas y autores pierden dinero por el mismo motivo. Pero el remedio propuesto es peor que la enfermedad.
Detesto y denuncio el ‘copy-paste’. Pero de la misma manera me horroriza la censura. Creo que la red debe ser libre y gratuita. Democrática y abierta. Con acceso para todos. Con banda ancha. Con equipos buenos y baratos. Un derecho garantizado en todos los hogares, los centros de trabajo, los establecimientos educativos. La red es la invención más poderosa del siglo pasado. Es una gran herramienta educativa. Debemos aprender a usarla. Enseñar a quién no sabe. Uso que incluye el respeto a los derechos ajenos en general, no solo de autor.
Los gobiernos deben buscar formas racionales de proteger esos derechos sin restringir la libertad de expresión. El equilibrio entre la libertad y el respeto señalado en las convenciones de derechos humanos se puede lograr. Se tiene que lograr, pero no al precio que se propone.
Todo ello porque creo que no se trata de quien tiene más derechos, “si quien crea un contenido o quien lo necesita”. La cuestión es que son dos derechos distintos. Debemos buscar la manera de que ambos coexistan. De que se garantice el respeto de ambos. Tal como lo pretende el portal. De eso depende la supervivencia del sitio.
Por Elsa Tobón, colaboradora de Soyperiodista.com. Desde Nueva York